El cielo estaba blanco como cuando amenaza tormenta.
Me miré al espejo. Mi nuevo uniforme me quedaba perfecto. Me había subido la
falda para que me quedara más corta y me había metido la camisa por debajo.
Me senté en la cama. Fijé la mirada en la sonrisa
que me devolvía el espejo mientras peinaba mi largo cabello rojizo. Sin duda,
era perfecta: mi pelo sedoso de fuego, mis ojos tan claros como el cielo, mi
nariz ni muy pequeña ni muy grande, mi rostro angelical y armonioso, las
medidas perfectas de mi cuerpo… Era la modelo estrella de la firma de ropa
francesa Chasiel y era perfecta. Además de preciosa, era simpática,
extrovertida, elegante, educada, culta, inteligente, amable… No había ni un
solo detalle desastroso en mi físico ni desagradable en mi personalidad. La
perfección llevaba mi nombre, Eleonor Langley, como un día dijera un célebre
periodista en una exitosa revista de moda.
Era consciente de mi potencial y lo explotaba.
Prepotencia a parte, era una muchacha increíble. Millones de chicas de dieciséis
años, mi edad, habrían dado lo que fuera por estar en mi pellejo. Era la reina
del mundo, la musa de la vida. Los chicos más guapos, incluso modelos y
actores, se morían por mí. Pero yo no era una chica fácil. Sabía lo que valía,
y no me entregaba con facilidad.
Estaba sumida en estos pensamientos cuando llegué a
la escuela. Había hecho el camino andando porque no quería llamar la atención
el primer día llegando a clase en mi limusina o en mi Porche. Iba ataviada con
unas gafas de sol gigantescas y un gorro que me permitían pasar desapercibida.
Si iba al descubierto, la gente me paraba por la calle y me pedían autógrafos,
emocionados de haber estado tan cerca de mí que casi habían respirado el mismo
aire que yo.
Llegaba un poco tarde a clase, pero no importaba.
Era mi primer día. Además, yo era especial, a mí podían pasármelo todo. Cuando
llegué a mi nuevo instituto, el IES Erumel, me dirigí de inmediato a la oficina
del director, tal y como se me había indicado.
—Buenos días —saludé—. Soy Eleonor Langley. Estoy
buscando al director.
—¡Muy buenos días, señorita Langley! —respondió una
voz grave—. Está usted ante el director, Armando Izquierdo. Mucho gusto.
—Igualmente —respondí.
Armando Izquierdo era un hombre menudo y rechoncho,
que portaba unas gafas minúsculas y un gigantesco bigote cano pasado de época.
—Por favor, señorita Langley, tome asiento —me ofreció,
señalando con la mano un sillón situado enfrente de él.
Tras más de diez minutos en los que el director me alabó
por mi éxito tanto profesional como estudiantil, minutos en los que me limité a
asentir varias veces con la cabeza y sonreír, satisfecha y orgullosa, Armando
Izquiero tuvo a bien acompañarme a mi nueva clase.
Me dejó frente a la puerta y se fue a su oficina. Me
detuve frente a la puerta un instante, suspiré, alcé la cabeza, y llamé.
—Adelante —escuché una voz femenina.
Abrí la puerta.
—¡Ah, eres tú! Ven aquí, por favor, y preséntate a
la clase —me indicó una profesora joven de media melena castaña.
—Sí —dije.
Me coloqué delante de la clase, la pizarra a mi
espalda, y me deshice de las gafas de sol y del sombrero. Las reacciones no
tardaron. Los alumnos, asombrados, cuchichearon.
—¡Es ella! —dijo uno.
—¡Es Eleonor Langley! —dijo otro.
—¡Es preciosa! —dijo una chica.
—¡Mirad qué pelo tan bonito, y que ojos! ¡Es incluso
más guapa en persona! —dijo otra.
Esbocé la más dulce de mis sonrisas.
—Soy Eleonor Langley, vuestra nueva compañera
—dije—. ¡Espero que seamos buenos amigos!
El asombro volvió a acoger a la clase. Yo estaba
allí, inmersa en la superioridad que descubrían en mí los demás, mirando cada
uno de los rostros, adivinando bajo ellos la envidia, el deseo, los nervios, la
lujuria, el odio… y todo esos sentimientos los producía yo. Eso me hacía sentir
tan superior…
De repente, descubrí a un chico ajeno a mí. Tenía el
cabello un poco largo, rubio, y sus ojos azules se perdían en algún lugar
afuera del aula. Miraba por la ventana, absorto, como si mi presencia le fuera
indiferente. Me irritó. ¿Es que ese chico no sabía alabarme como debía, como los
demás? ¿No le resultaba guapa o atractiva? ¿No encendía mi cuerpo en él la más indomable
lascivia? ¿No le infundían mis ojos respeto? En definitiva, ¿no sentía
atracción alguna por mi persona?
—Puedes sentarte, Eleonor —dijo la profesora,
interrumpiendo el hilo de mis pensamientos —. Allí hay un sitio libre.
El pupitre libre estaba en la fila de atrás, a la
derecha, del sitio del chico serio e indiferente.
—Abel —llamó la profesora.
El chico rubio la miró con expectación.
—Ya que eres el delegado de clase, te agradecería
que fueras el guía de Eleonor durante sus primeros días aquí, al menos hasta
que se adapte.
El chico asintió. Ni siquiera me había mirado.
Abel no me miró ni una sola vez en toda la mañana. A
la hora del descanso, mis compañeros rodearon mi mesa, acosándome, y él
desapareció. Cuando regresó a clase, terminado ya el descanso, impuso respeto y
les pidió a sus compañeros que tomasen asiento.
Me pasé media mañana intentando descifrar por qué
parecía que mi persona no causaba efecto alguno aquel estúpido chico rubio. Sin
darme cuenta, una sensación de soberbia e ira que desconocía o intentaba
ocultar en mí, se fue apoderando de mi ser: empezaba a odiar a aquel cretino
que me ignoraba.
Cuando terminaron las clases, mis compañeros
volvieron a rodearme.
—Chicos, vamos, apartad —dijo alguien—. Por favor,
no me hagáis repetirlo. Id a casa ya.
Los alumnos obedecieron y empezaron a salir de la
clase.
—Por fin se han ido —dijo el chico rubio, mirándome
a los ojos.
Le sonreí con dulzura. Había tardado, pero al fin
había caído en mis garras, pensé.
—A veces es una lata ser tan famosa —dije—. Pero me
debo a mis fans.
Abel se encogió de hombros, indiferente, como si no
le interesara en absoluto lo que estaba diciendo.
—Tengo algo que decirte —dijo.
—Dispara —dije, sonriendo de nuevo.
—Pues hoy tienes que… ¿cómo te llamabas? —preguntó.
Sentí una punzada de odio.
—¿Cómo que cómo me llamo? —dije, altiva—. Eleonor Langley.
—Perdona, es que tengo mala memoria para los
nombres.
—¿Pero es que no sabes quién soy?
—Sí. Eres nuestra nueva compañera de clase.
—Vamos, no te hagas el tonto.
—No me estoy haciendo el tonto, sobre todo porque no
lo soy. Siento que te hayas sentido ofendida porque he olvidado tu nombre. No
es nada personal. No creas que me caes mal o algo. Básicamente porque no te
conozco.
—¿En serio no sabes quién soy?—dije, levantándome de
de la silla, irritada.
Se encogió de hombros y negó con la cabeza.
—¡Soy Eleonor Langley, la modelo estrella de la
exitosa firma Chaisel!
—¿Chaisel? ¿Qué es eso? ¿Se come?
—¿Pero tú en qué mundo vives? ¡Es una marca de ropa
de mucho prestigio!
Como estaba tan cabreada, me quise ir.
—Espera,
¿adónde crees que vas?
—A casa.
—Tienes que limpiar la clase.
—¿Cómo?
—Que tienes que limpiar la clase.
—¿Pero de qué hablas? No voy a limpiar nada.
—Son las normas. Quien llega tarde, limpia.
—Ni hablar. Tengo una sesión de fotos dentro de dos
horas.
—Entonces te sugeriría que te dieras prisa en
limpiar.
—Oye, ¿con quién te crees que estás hablando?
—¿Con quién te crees que estás hablando tú? Soy el
delegado de clase. Yo mando. Tú has llegado tarde, y, como cualquier otro
alumno, cumplirás con las consecuencias. Eso te enseñará a no llegar tarde otro
día.
Tras una larga discusión, me vi obligada a llamar a
mi representante, Sergio López, y avisarle de que, por ciertas circunstancias
ajenas a mí, debía anular la entrevista de las cuatro.
Mientras limpiaba la clase, Abel se dedicó a mirar x
la ventana, sentado en una silla, con los pies estirados en otra. Según él, me
estaba haciendo el favor de acompañarme por ser mi primer día en aquel
instituto. Para mí, era una humillación total.
¡Totalmente espectacular! Ya me cae bien Abel... Y me encantaría tener el color de pelo de Eleonor.
ResponderEliminarjajaja Mi primer comentario! xD Gracias por comentar, en serio, me hace mucha ilusión :3
Eliminarquiero saber mas aunque tengo que decirte que la protagonista me resulta odiosa pero la historia parece estar bien.
ResponderEliminarPor cierto et sigo ¿me sigues de vuelta? http://perdidaenunmundodelibros.blogspot.com.es/
Saludos!
jajajaja Sí, sí, la protagonista da una muy mala primera impresión xD Gracias por seguirme, ahora mismo me paso por tu blog ^^
EliminarHola Arlette, me ha gustado mucho tu estilo a la hora de escribir. A mí la protagonista me ha encantado, qué quieres que te diga, me resulta mucho más original y llamativo una protagonista que no sea la típica dulce e inocente niñita. Lo único es que se te ha escapado un "x" por ahí, cuando dices que Abel mira por la ventana ;) Es un detalle sin importancia.
ResponderEliminarBueno, pues me voy a leer el segundo capítulo, que ya te aviso por comentario si me ha gustado.
Por cierto, soy Tahis (@Almartahis) en Twitter. Descubrí tu blog gracias a que me sigues, ;)
He visto tu segundo comentario antes que el primero xD Ups, pues veremos a ver si te sigue gustando Eleonor más para alante :P Miraré por ahí la "x" que se me ha escapado xD Gracias por comentar! ^^
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