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viernes, 12 de octubre de 2012

Capítulo 1: Soberbia



El cielo estaba blanco como cuando amenaza tormenta. Me miré al espejo. Mi nuevo uniforme me quedaba perfecto. Me había subido la falda para que me quedara más corta y me había metido la camisa por debajo.
Me senté en la cama. Fijé la mirada en la sonrisa que me devolvía el espejo mientras peinaba mi largo cabello rojizo. Sin duda, era perfecta: mi pelo sedoso de fuego, mis ojos tan claros como el cielo, mi nariz ni muy pequeña ni muy grande, mi rostro angelical y armonioso, las medidas perfectas de mi cuerpo… Era la modelo estrella de la firma de ropa francesa Chasiel y era perfecta. Además de preciosa, era simpática, extrovertida, elegante, educada, culta, inteligente, amable… No había ni un solo detalle desastroso en mi físico ni desagradable en mi personalidad. La perfección llevaba mi nombre, Eleonor Langley, como un día dijera un célebre periodista en una exitosa revista de moda.
Era consciente de mi potencial y lo explotaba. Prepotencia a parte, era una muchacha increíble. Millones de chicas de dieciséis años, mi edad, habrían dado lo que fuera por estar en mi pellejo. Era la reina del mundo, la musa de la vida. Los chicos más guapos, incluso modelos y actores, se morían por mí. Pero yo no era una chica fácil. Sabía lo que valía, y no me entregaba con facilidad.
Estaba sumida en estos pensamientos cuando llegué a la escuela. Había hecho el camino andando porque no quería llamar la atención el primer día llegando a clase en mi limusina o en mi Porche. Iba ataviada con unas gafas de sol gigantescas y un gorro que me permitían pasar desapercibida. Si iba al descubierto, la gente me paraba por la calle y me pedían autógrafos, emocionados de haber estado tan cerca de mí que casi habían respirado el mismo aire que yo.
Llegaba un poco tarde a clase, pero no importaba. Era mi primer día. Además, yo era especial, a mí podían pasármelo todo. Cuando llegué a mi nuevo instituto, el IES Erumel, me dirigí de inmediato a la oficina del director, tal y como se me había indicado.
—Buenos días —saludé—. Soy Eleonor Langley. Estoy buscando al director.
—¡Muy buenos días, señorita Langley! —respondió una voz grave—. Está usted ante el director, Armando Izquierdo. Mucho gusto.
—Igualmente —respondí.
Armando Izquierdo era un hombre menudo y rechoncho, que portaba unas gafas minúsculas y un gigantesco bigote cano pasado de época.
—Por favor, señorita Langley, tome asiento —me ofreció, señalando con la mano un sillón situado enfrente de él.
Tras más de diez minutos en los que el director me alabó por mi éxito tanto profesional como estudiantil, minutos en los que me limité a asentir varias veces con la cabeza y sonreír, satisfecha y orgullosa, Armando Izquiero tuvo a bien acompañarme a mi nueva clase.
Me dejó frente a la puerta y se fue a su oficina. Me detuve frente a la puerta un instante, suspiré, alcé la cabeza, y llamé.
—Adelante —escuché una voz femenina.
Abrí la puerta.
—¡Ah, eres tú! Ven aquí, por favor, y preséntate a la clase —me indicó una profesora joven de media melena castaña.
—Sí —dije.
Me coloqué delante de la clase, la pizarra a mi espalda, y me deshice de las gafas de sol y del sombrero. Las reacciones no tardaron. Los alumnos, asombrados, cuchichearon.
—¡Es ella! —dijo uno.
—¡Es Eleonor Langley! —dijo otro.
—¡Es preciosa! —dijo una chica.
—¡Mirad qué pelo tan bonito, y que ojos! ¡Es incluso más guapa en persona! —dijo otra.
Esbocé la más dulce de mis sonrisas.
—Soy Eleonor Langley, vuestra nueva compañera —dije—. ¡Espero que seamos buenos amigos!
El asombro volvió a acoger a la clase. Yo estaba allí, inmersa en la superioridad que descubrían en mí los demás, mirando cada uno de los rostros, adivinando bajo ellos la envidia, el deseo, los nervios, la lujuria, el odio… y todo esos sentimientos los producía yo. Eso me hacía sentir tan superior…
De repente, descubrí a un chico ajeno a mí. Tenía el cabello un poco largo, rubio, y sus ojos azules se perdían en algún lugar afuera del aula. Miraba por la ventana, absorto, como si mi presencia le fuera indiferente. Me irritó. ¿Es que ese chico no sabía alabarme como debía, como los demás? ¿No le resultaba guapa o atractiva? ¿No encendía mi cuerpo en él la más indomable lascivia? ¿No le infundían mis ojos respeto? En definitiva, ¿no sentía atracción alguna por mi persona?
—Puedes sentarte, Eleonor —dijo la profesora, interrumpiendo el hilo de mis pensamientos —. Allí hay un sitio libre.
El pupitre libre estaba en la fila de atrás, a la derecha, del sitio del chico serio e indiferente.
—Abel —llamó la profesora.
El chico rubio la miró con expectación.
—Ya que eres el delegado de clase, te agradecería que fueras el guía de Eleonor durante sus primeros días aquí, al menos hasta que se adapte.
El chico asintió. Ni siquiera me había mirado.
Abel no me miró ni una sola vez en toda la mañana. A la hora del descanso, mis compañeros rodearon mi mesa, acosándome, y él desapareció. Cuando regresó a clase, terminado ya el descanso, impuso respeto y les pidió a sus compañeros que tomasen asiento.
Me pasé media mañana intentando descifrar por qué parecía que mi persona no causaba efecto alguno aquel estúpido chico rubio. Sin darme cuenta, una sensación de soberbia e ira que desconocía o intentaba ocultar en mí, se fue apoderando de mi ser: empezaba a odiar a aquel cretino que me ignoraba.
Cuando terminaron las clases, mis compañeros volvieron a rodearme.
—Chicos, vamos, apartad —dijo alguien—. Por favor, no me hagáis repetirlo. Id a casa ya.
Los alumnos obedecieron y empezaron a salir de la clase.
—Por fin se han ido —dijo el chico rubio, mirándome a los ojos.
Le sonreí con dulzura. Había tardado, pero al fin había caído en mis garras, pensé.
—A veces es una lata ser tan famosa —dije—. Pero me debo a mis fans.
Abel se encogió de hombros, indiferente, como si no le interesara en absoluto lo que estaba diciendo.
—Tengo algo que decirte —dijo.
—Dispara —dije, sonriendo de nuevo.
—Pues hoy tienes que… ¿cómo te llamabas? —preguntó.
Sentí una punzada de odio.
—¿Cómo que cómo me llamo? —dije, altiva—. Eleonor Langley.
—Perdona, es que tengo mala memoria para los nombres.
—¿Pero es que no sabes quién soy?
—Sí. Eres nuestra nueva compañera de clase.
—Vamos, no te hagas el tonto.
—No me estoy haciendo el tonto, sobre todo porque no lo soy. Siento que te hayas sentido ofendida porque he olvidado tu nombre. No es nada personal. No creas que me caes mal o algo. Básicamente porque no te conozco.
—¿En serio no sabes quién soy?—dije, levantándome de de la silla, irritada.
Se encogió de hombros y negó con la cabeza.
—¡Soy Eleonor Langley, la modelo estrella de la exitosa firma Chaisel!
—¿Chaisel? ¿Qué es eso? ¿Se come?
—¿Pero tú en qué mundo vives? ¡Es una marca de ropa de mucho prestigio!
Como estaba tan cabreada, me quise ir.
—Espera,  ¿adónde crees que vas?
—A casa.
—Tienes que limpiar la clase.
—¿Cómo?
—Que tienes que limpiar la clase.
—¿Pero de qué hablas? No voy a limpiar nada.
—Son las normas. Quien llega tarde, limpia.
—Ni hablar. Tengo una sesión de fotos dentro de dos horas.
—Entonces te sugeriría que te dieras prisa en limpiar.
—Oye, ¿con quién te crees que estás hablando?
—¿Con quién te crees que estás hablando tú? Soy el delegado de clase. Yo mando. Tú has llegado tarde, y, como cualquier otro alumno, cumplirás con las consecuencias. Eso te enseñará a no llegar tarde otro día.
Tras una larga discusión, me vi obligada a llamar a mi representante, Sergio López, y avisarle de que, por ciertas circunstancias ajenas a mí, debía anular la entrevista de las cuatro.
Mientras limpiaba la clase, Abel se dedicó a mirar x la ventana, sentado en una silla, con los pies estirados en otra. Según él, me estaba haciendo el favor de acompañarme por ser mi primer día en aquel instituto. Para mí, era una humillación total.

6 comentarios:

  1. ¡Totalmente espectacular! Ya me cae bien Abel... Y me encantaría tener el color de pelo de Eleonor.

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    1. jajaja Mi primer comentario! xD Gracias por comentar, en serio, me hace mucha ilusión :3

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  2. quiero saber mas aunque tengo que decirte que la protagonista me resulta odiosa pero la historia parece estar bien.
    Por cierto et sigo ¿me sigues de vuelta? http://perdidaenunmundodelibros.blogspot.com.es/
    Saludos!

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    1. jajajaja Sí, sí, la protagonista da una muy mala primera impresión xD Gracias por seguirme, ahora mismo me paso por tu blog ^^

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  3. Hola Arlette, me ha gustado mucho tu estilo a la hora de escribir. A mí la protagonista me ha encantado, qué quieres que te diga, me resulta mucho más original y llamativo una protagonista que no sea la típica dulce e inocente niñita. Lo único es que se te ha escapado un "x" por ahí, cuando dices que Abel mira por la ventana ;) Es un detalle sin importancia.

    Bueno, pues me voy a leer el segundo capítulo, que ya te aviso por comentario si me ha gustado.

    Por cierto, soy Tahis (@Almartahis) en Twitter. Descubrí tu blog gracias a que me sigues, ;)

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    1. He visto tu segundo comentario antes que el primero xD Ups, pues veremos a ver si te sigue gustando Eleonor más para alante :P Miraré por ahí la "x" que se me ha escapado xD Gracias por comentar! ^^

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