Encontré a Sebastien apoyado en el capó de su BMV
negro. Me estaba esperando a la salida del instituto.
—Sebastien —dije, contenta de ver una cara amiga, y
corrí hacia él.
El aludido me sonrió y se deshizo de las gafas de sol.
—Te he dicho un millón de veces que me llames Julien
—dijo.
Julien Benoit era el verdadero nombre del
mundialmente célebre fotógrafo conocido bajo el pseudónimo de Sebastien Benoit. Era un
hombre alto, guapo, misterioso, sofisticado y amable. Rondaba los 27 años,
aunque parecía mucho más joven, y era hijo de una actriz de teatro y un
literato.
—¿Quién es ese? —preguntó Sebastien mirando a Abel,
que venía detrás de mí—. ¿Es tu nuevo noviete?
Me enfurecí.
—¿Pero de qué hablas? —dije—. ¡Yo jamás estaría con
un chico así!
Sebastién sonrió y me acarició la cabeza. Era un
gesto habitual en él que subrayaba la confianza y el cariño que me profesara. A
veces, cuando el fotógrafo me acariciaba la cabeza de aquella forma me sentía
como una niña pequeña o un perrito faldero. Supongo que, de alguna manera, a
veces era una especie de perrito faldero para Julien. Siempre que tenía algún
problema recurría a él, quien me escuchaba en silencio y me abrazaba cuando lo
necesitaba. En realidad, me sentía afortunada de tener a una persona como él en
mi vida.
—Hasta mañana —se despidió Abel al pasar por mi
lado.
—Hasta mañana—concedí con una falsa sonrisa.
En cuanto se dio la vuelta, le hice muecas y burlas.
Abel se volvió y me descubrió. Me quedé petrificada y me sonrojé. Abel se encogió
de hombros y se marchó sin decir una palabra. Me sentí la persona más estúpida
e infantil del mundo.
Sebastién se rió de mí.
—Mira que te pones fea cuando haces esas cosas—sentenció—.
Voy a tener que quitarte esa mala costumbre de hacerle burlas a los que te caen
mal.
Le hice burlas a él.
—Vamos, para —dijo, riéndose.
—No pararé.
—Pues te
haré cosquillas.
Se
acercó a mí y empezó a hacerme cosquillas.
—¡Para,
para! ¡Ya lo dejo!
Le miré
y le sonreí.
—Así me
gusta, princesita —dijo, acariciándome la cabeza.
Sebastien
había cogido la costumbre de nombrarme princesita, excepto cuando estaba
enfadado, que me llamaba por mi nombre. Él era la persona más cercana a mí, al
único en el mundo a quien podía considerar como parte de mi familia. Desde que
me descubrió como modelo, siempre había estado a mi lado, tanto en los momentos
malos como en los buenos. Yo, que era de naturaleza reservada, no tardé mucho
en entregarle mi total confianza. Era una de las únicas personas del mundo que
me había visto llorar y perderme en mis sentimientos. Era la única persona del
mundo que conocía quién era yo realmente, y me aceptaba y me quería tal y como
era.
—Sube al
coche —me ofreció Sebastien, abriéndome la puerta del copiloto—. No has comido,
¿verdad? Te llevaré a un buen restaurante y después a tu casa. ¿Qué te parece?
—¿Invistas
tú?
—Claro.
—Entonces
me apunto —dije, y le sonreí.
—¿Nadie
te ha dicho que tienes la cara muy dura?
—No,
pero sí que la tengo muy bonita —dije, sentada ya en el coche.
Fuimos a
un lujoso restaurante. Sebastien pidió una mesa alejada de la entrada para que
pudiésemos tener intimidad.
—Julien,
estás muy serio, ¿sucede algo?
Mi amigo
me miró a los ojos y negó con la cabeza. Alegó que había estado toda la noche trabajando
y que estaba cansado.
—¿Seguro
que es eso? —pregunté, guiñándole un ojo—. ¿Seguro que no has tenido una noche
de pasión con alguna novieta?
—Ya
sabes que a mí esas cosas no me van.
—Ah, a
verdad. ¿Eres gay, no es cierto?
—¿Tú no
tienes vergüenza?
—La
justa.
—Pues
eso, ninguna.
—¿No me
vas a responder?
—No
merece la pena.
Le hice
burlas y no le di más vueltas al asunto.
Durante
el almuerzo, Sebastien me habló de una nueva línea de ropa interior femenina
que Chasiel pensaba poner a la venta en breve y, cómo no, yo fui la elegida
como modelo principal.
Después
de comer, el fotógrafo me llevó a casa. Me abrió la puerta del coche para que
saliera y me acompañó hasta la entrada de casa. Le di las gracias por la
invitación. Entonces me di cuenta de que tenía la mirada pedida en ninguna
parte.
—Eleonor
—dijo—. Tengo algo que decirte.
—¿Qué
pasa? —pregunté, asustada.
El
fotógrafo vaciló. Tras un instante, suspiró y añadió:
—Tu
madre está embarazada de seis meses y el mes que viene contraerá matrimonio con
el padre del bebé.
Me
estremecí. De pronto, el mundo desapareció a mi alrededor. Escombros de
esperanza se derrumbaron en mi conciencia.
—Eleonor,
¿estás bien?
—Sí
—acerté a decir—. Estoy cansada y mañana tengo que levantarme temprano para ir
a clase. Voy a entrar en casa, me daré una ducha y dormiré.
—Eleonor…
—¿Quién
te lo ha dicho, Julien? ¿Cómo lo sabes?
—Tu
madre llamó a su amiga Clarisse para contárselo. Clarisse me lo dijo a mí.
Me quedé
callada unos segundos.
—Ni
siquiera ha sido capaz de llamarme y decírmelo ella misma… —musité.
—Eleonor…
—Entraré
en casa. Mañana nos vemos en la sesión de fotos.
—Eleonor,
¿estás bien? Puedo quedarme contigo esta noche…
—No hace
falta —dije, sonriendo—. Estoy perfectamente. Mañana nos vemos.
Cerré la
puerta tras de mí y me derrumbé en el suelo. Comencé a llorar.
Espero el siguiente ^^
ResponderEliminarjaja Ya aviso :P Espero tenerlo hoy!
EliminarVale, me ha gustado, pero no tanto como el anterior xDDD Bueno, espero el tercero :P
ResponderEliminarjajajaja Me lo han dicho más de una vez xD Espero que el 3 guste más, porque como esto vaya a peor... jajajajajaja
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