Añoro el perfume de tu aroma, ese que se queda pegado a
las sábanas y huele horas y horas después de que te hayas marchado. Mi único
vicio era perderme en tu mirada. Mi meta, hacerte feliz. Mi dicha, tu sonrisa.
Mi vida, tú.
Echo de menos las tardes lluviosas de invierno. Las dos
abrazadas en el sofá con una manta encima. El terciopelo de tu voz; el rubor de
tus mejillas cuando te robaba un beso; el viaje mágico en que se convertían las
caricias de mis dedos sobre tu pálida, casi traslucida, piel, y como te estremecías
cuando tu cuerpo rozaba el mío. El sabor de tus labios bajo la lluvia, que
mojaba tus cabellos y los pegaba a tu rostro. Tu sonrisa entre mis labios...
Una melodía a piano se desliza bajo la cálida caricia de
las yemas de tus dedos. Me encuentro perdida, desgranando recueros prohibidos,
cansada de andar y no llegar a ninguna parte. Aún llevo tu nombre tatuado en mi
pecho.
Hace tanto tiempo que no te veo que empiezo a pensar que
solo fuiste un sueño… y de pronto, DESPIERTO.
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