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sábado, 20 de octubre de 2012

Capítulo 2: Pretensión



Encontré a Sebastien apoyado en el capó de su BMV negro. Me estaba esperando a la salida del instituto.
—Sebastien —dije, contenta de ver una cara amiga, y corrí hacia él.
El aludido me sonrió y se deshizo de las gafas de sol.
—Te he dicho un millón de veces que me llames Julien —dijo.
Julien Benoit era el verdadero nombre del mundialmente célebre fotógrafo conocido bajo el pseudónimo de Sebastien Benoit. Era un hombre alto, guapo, misterioso, sofisticado y amable. Rondaba los 27 años, aunque parecía mucho más joven, y era hijo de una actriz de teatro y un literato.
—¿Quién es ese? —preguntó Sebastien mirando a Abel, que venía detrás de mí—. ¿Es tu nuevo noviete?
Me enfurecí.
—¿Pero de qué hablas? —dije—. ¡Yo jamás estaría con un chico así!
Sebastién sonrió y me acarició la cabeza. Era un gesto habitual en él que subrayaba la confianza y el cariño que me profesara. A veces, cuando el fotógrafo me acariciaba la cabeza de aquella forma me sentía como una niña pequeña o un perrito faldero. Supongo que, de alguna manera, a veces era una especie de perrito faldero para Julien. Siempre que tenía algún problema recurría a él, quien me escuchaba en silencio y me abrazaba cuando lo necesitaba. En realidad, me sentía afortunada de tener a una persona como él en mi vida.
—Hasta mañana —se despidió Abel al pasar por mi lado.
—Hasta mañana—concedí con una falsa sonrisa.
En cuanto se dio la vuelta, le hice muecas y burlas. Abel se volvió y me descubrió. Me quedé petrificada y me sonrojé. Abel se encogió de hombros y se marchó sin decir una palabra. Me sentí la persona más estúpida e infantil del mundo.
Sebastién se rió de mí.
—Mira que te pones fea cuando haces esas cosas—sentenció—. Voy a tener que quitarte esa mala costumbre de hacerle burlas a los que te caen mal.
Le hice burlas a él.
—Vamos, para —dijo, riéndose.
—No pararé.
—Pues te haré cosquillas.
Se acercó a mí y empezó a hacerme cosquillas.
—¡Para, para! ¡Ya lo dejo!
Le miré y le sonreí.
—Así me gusta, princesita —dijo, acariciándome la cabeza.
Sebastien había cogido la costumbre de nombrarme princesita, excepto cuando estaba enfadado, que me llamaba por mi nombre. Él era la persona más cercana a mí, al único en el mundo a quien podía considerar como parte de mi familia. Desde que me descubrió como modelo, siempre había estado a mi lado, tanto en los momentos malos como en los buenos. Yo, que era de naturaleza reservada, no tardé mucho en entregarle mi total confianza. Era una de las únicas personas del mundo que me había visto llorar y perderme en mis sentimientos. Era la única persona del mundo que conocía quién era yo realmente, y me aceptaba y me quería tal y como era.
—Sube al coche —me ofreció Sebastien, abriéndome la puerta del copiloto—. No has comido, ¿verdad? Te llevaré a un buen restaurante y después a tu casa. ¿Qué te parece?
—¿Invistas tú?
—Claro.
—Entonces me apunto —dije, y le sonreí.
—¿Nadie te ha dicho que tienes la cara muy dura?
—No, pero sí que la tengo muy bonita —dije, sentada ya en el coche.
Fuimos a un lujoso restaurante. Sebastien pidió una mesa alejada de la entrada para que pudiésemos tener intimidad.
—Julien, estás muy serio, ¿sucede algo?
Mi amigo me miró a los ojos y negó con la cabeza. Alegó que había estado toda la noche trabajando y que estaba cansado.
—¿Seguro que es eso? —pregunté, guiñándole un ojo—. ¿Seguro que no has tenido una noche de pasión con alguna novieta?
—Ya sabes que a mí esas cosas no me van.
—Ah, a verdad. ¿Eres gay, no es cierto?
—¿Tú no tienes vergüenza?
—La justa.
—Pues eso, ninguna.
—¿No me vas a responder?
—No merece la pena.
Le hice burlas y no le di más vueltas al asunto.
Durante el almuerzo, Sebastien me habló de una nueva línea de ropa interior femenina que Chasiel pensaba poner a la venta en breve y, cómo no, yo fui la elegida como modelo principal.
Después de comer, el fotógrafo me llevó a casa. Me abrió la puerta del coche para que saliera y me acompañó hasta la entrada de casa. Le di las gracias por la invitación. Entonces me di cuenta de que tenía la mirada pedida en ninguna parte.
—Eleonor —dijo—. Tengo algo que decirte.
—¿Qué pasa? —pregunté, asustada.
El fotógrafo vaciló. Tras un instante, suspiró y añadió:
—Tu madre está embarazada de seis meses y el mes que viene contraerá matrimonio con el padre del bebé.
Me estremecí. De pronto, el mundo desapareció a mi alrededor. Escombros de esperanza se derrumbaron en mi conciencia.
—Eleonor, ¿estás bien?
—Sí —acerté a decir—. Estoy cansada y mañana tengo que levantarme temprano para ir a clase. Voy a entrar en casa, me daré una ducha y dormiré.
—Eleonor…
—¿Quién te lo ha dicho, Julien? ¿Cómo lo sabes?
—Tu madre llamó a su amiga Clarisse para contárselo. Clarisse me lo dijo a mí.
Me quedé callada unos segundos.
—Ni siquiera ha sido capaz de llamarme y decírmelo ella misma… —musité.
—Eleonor…
—Entraré en casa. Mañana nos vemos en la sesión de fotos.
—Eleonor, ¿estás bien? Puedo quedarme contigo esta noche…
—No hace falta —dije, sonriendo—. Estoy perfectamente. Mañana nos vemos.
Cerré la puerta tras de mí y me derrumbé en el suelo. Comencé a llorar.

4 comentarios:

  1. Vale, me ha gustado, pero no tanto como el anterior xDDD Bueno, espero el tercero :P

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    1. jajajaja Me lo han dicho más de una vez xD Espero que el 3 guste más, porque como esto vaya a peor... jajajajajaja

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